El sol que cuida los campos de grano quema
de café el matorral esta época del año. El esmog cuelga
sobre las ciudades hermanas como una horda de ángeles
tan espesa que abro mi boca y aparecen llagas
en la punta de mi lengua. Desde la carretera, veo
el cementerio donde algún día descansará mi cuerpo.
Cuando muera el tropel de coches será un mar
de olas espumosas. El estrato terrestre será el peso
del agua que no conocí. Su peso tirará
de mi útero, se sentará en la mandíbula cuadrada de mi cara.
Nunca probaré las piedras, las semillas, lo sucio
en este aire otra vez. Un pañuelo apretado detrás
de mi garganta, me sofocaré si despierto agitada alguna vez.
El diablo arrancará mi lengua y la oprimirá entre
sus quijadas. Me dirá: tu cuerpo antes fue un océano
que el desierto, con su sed, una noche se tragó entero.
Natalie Scenters-Zapico
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