Scott Bennett reseña Where Thirsts Intersect

 

Abrir la puerta: conocer y ser conocido en la zona fronteriza 

 

Scott M. Bennett, Point Loma Nazarene University

 

            Where Thirsts Intersect es el título del volumen de poemas en prosa que el estadounidense Anthony Seidman nos ofrece como homenaje a su experiencia vivida en la zona fronteriza del norte de México, específicamente en la urbe de Ciudad Juárez. Se trata de una edición en inglés que con sólo veintiséis páginas logra invitar a sus lectores a cambiar una visión estereotipada en la que campean “Mexicanos nobles en su miseria, atmósferas rebosantes de pereza, donde se puede olfatear la grasa de los tacos y el vaho de tequila”, como afirma el prólogo del editor Bernardo Jáuregui. Según el prologuista, tales descripciones de muchos escritores norteamericanos han ayudado a establecer una visión simplista de la cultura mexicana que tiende a mitificar y romantizar una zona de vicios incontrolables y, con los escritores beat, una “idealización” de la barbarie.

            Sin embargo, el caso de Seidman es muy distinto, porque el poeta no cae en una mera repetición de un ámbito estereotipado del norte mexicano propuesto por la mayoría de sus compatriotas anteriores. A través de una ambientación que tiende a la experiencia personal y la fuerza del lenguaje, el libro del poeta norteamericano reúne ocho prosas cortas, cuyos temas principales abarcan la vida cotidiana de Ciudad Juárez, los encuentros amorosos/sexuales, la muerte, la condición de la mujer, el movimiento en la calle y, sobre todo, un verdadero “amanecer” de los sentidos: invocación al mundo sensorial de impresiones y matices del medio ambiente juarense.

            Cada página de este libro brota con ejemplos explícitos del uso de los cinco sentidos y las percepciones agudas del escritor. De esta forma, Seidman logra encarnar una voz propia que lleva su escritura más allá de cualquier prejuicio sobre la realidad mexicana, porque él mismo ha vivido cuatro años en Ciudad Juárez y porque ya tiene una sensibilidad poética, un ojo que percibe lo esencial de sus alrededores: la yuxtaposición de la sordidez y la dulzura de los olores, la inexorable presencia de los sonidos urbanos, las distintas variaciones de colores y contrastes visuales, el sabor de los dulces de mango con polvo picante, el tacto violento de los luchadores y el sudor pegajoso de un día caluroso.

            En “Awakening”, Seidman nos brinda su propio amanecer de sonidos y percepciones: “the church bells would crackle and fuzz in a dissonant, whole-tone scale…While listening to the sour arpeggios, he would grow less numb from sleep; his mouth would smack from the dry nights.” Al iniciar su día, el poeta también comienza su recorrido de escritura, su invitación a meternos y saciarnos en el ambiente que él ha vivido. En el segundo texto del volumen, “Her Glances Cover Me Like Ivy”, el autor nos describe un encuentro con una mujer durante una noche de verano: “…a woman flashed before me with the speed of a light flickering on and off during a thunderstorm.” Es una frase de este mismo relato la que da nombre al libro, un título que alude a un cruce, a un encuentro entre dos tipos de sed insaciables, de un deseo profundo y mutuo. El autor aclara: “From this encounter, my hunger has been sharpened; meat doesn’t satisfy me. I want to devour all the rain of India, and drink starlight dry.”

            Su tercer poema en prosa, “Labor”, trata de un viejo arriero que colecciona bazofia, un líquido vil para alimentar los puercos. La descripción sórdida del maloliente brebaje de restos de comida, evoca en el narrador los olores de la carne en el mercado de un modo visceral: “There was always the smell of blood drying in the heat, like the odor of stale beer and unwashed crotch.”

            Pero esta misma bebida alimenticia es la fuente, “the enzyme itself—for maquila workers with rough hands, or mothers giving milk. The seed from many meals, and the juice that quenches thirst.” Lo que al principio parece una sordidez agobiante de condiciones pésimas, en realidad es la fuente nutritiva  del poder para seguir viviendo, por lo menos para las mujeres que trabajan en las maquiladoras.

            En contraste, en el cuarto episodio titulado “Conduit”, la voz del poeta utiliza el encuentro sexual con una prostituta y las explícitas descripciones, casi biológicas, del sexo femenino antes del acto amoroso, para crear un ambiente cargado con una emoción de índole erótica. El uso de la primera persona intensifica la escena de lo que causa el conducto: “What I smelled to this day makes me dizzy with yearning, and sitting in restaurants, commuting on the bus, my crotch stirs awake.” Es el mismo olor femenino que se queda con el narrador y al final del relato culmina en una epifanía, un clímax que lo lleva a otro plano, en el cual los picos y las lenguas de las palomas en el parque saborean sus dedos, palmas, labios y entrepiernas.

            Lo que caracteriza la quinta selección, “The Bullet That Kills Me”, es el encuentro entre el narrador que camina de regreso a su casa y un hombre escondido en la oscuridad de la noche con una pistola en la mano. Existe una tenue relación entre los protagonistas: la amenaza de muerte se convierte en una escena preocupante entre el “gabacho” y el mexicano, resaltando los comentarios del prólogo del libro y las diferencias culturales entre los dos países que comparten la misma frontera. Pero la venganza del hombre no se cumple con el asesinato del protagonista/narrador: “A click, and I opened my eyes. You’re lucky, he said, this bullet ain’t for you.” Con la fortuna de escapar con la vida, el protagonista escucha el sonido de un solo balazo en el aire: el lector supondrá que es un suicidio—el fin de una búsqueda existencial de un hombre que alivia los dolores de un desacuerdo doméstico con su mujer—cuestiona su fidelidad.

            El mundo de la lucha libre sirve como base al sexto relato llamado “Faith in the Masks that Make Us”. El narrador da una clara descripción de una tarde de domingo cuande decide ver el espectáculo: “Vendors had already arrived and were selling tamales and photos of masked Mexican wrestlers with such appellations as El Kizz, Los Matadores de Tijuana, or Jock Starr.

            El ambiente caliente y húmedo de un gimanasio de boxeo es el sitio de una pelea entre el mismo Jock Starr y El Charro Eléctrico. El evento se convierte en una escena barroca, una obra de teatro dentro de otra, o como señala el texto: “…a play within a play”. De esta forma, el poeta hace hincapié en el uso de las máscaras y la realidad invertida, un ejemplo contemporáneo del texto calderoniano: una especie de La vida es sueño “a la mexicana”. Para terminar esta breve selección, Seidman alude al texto Borges y yo, en el cual el autor argentino confunde a escritor y protagonista en el relato. El poeta norteamericano nos aclara: “And I didn’t know which, my life, my poetry and affairs unraveled in different cities and shores, or the match now reaching its climax, was more real.

            En la penúltima sección, titulada “Throbbing Like a Faulty Shop Light”, el narrador/poeta describe su relación con un tal Faustino que conoció en un bar. Poco a poco, el lector se entera de la triste historia de un hombre y de sus experiencias fronterizas. El poeta habla de la vida de su amigo: “His family, I learned, was rich, and often wrote to him, ordering that he stop his wandering, leave the desert and the jagged barrios of the border…”

            A pesar de tener en común con el narrador la facilidad de los versos y la imaginación, Faustino experimenta la ira de su mujer y el rechazo de su padre porque el futuro bebé de su hijo no es legítimo, entonces quiere “…cut off Faustino from the family, unless he came back home.” Lamentablemente, Faustino muere de una forma violenta, atropellado, y después el narrador ve su cuerpo ensangrentado e inerte en la calle, hecho que pone fin al relato y que anticipa la última sección del libro.

            “Thirst” es el título del último poema en prosa que Seidman nos brinda y que cierra su libro. Como un resumen de los temas que ha tocado a lo largo de su texto, el poeta ofrece una respuesta al estereotipo de los americanos que cruzan la frontera. Sí, existen los bares y antros de Ciudad Juárez y sí, van los turistas a esos lugares: “Smothered in smoke and pink neon, the girly clubs would reverberate the whistle and thump of dance music. At the doors, black-vested bartenders would grab arms of teetering Americans and promise two beers for one.”

            Pero el caso del poeta americano tiene resultados muy diferentes: él no se queda en este ámbito sino regresa a su propio barrio: “But after several blocks, the noise would fade and then be drowned out by the grumble of buses downshifting and grinding their brakes at intersections…I was greeted by all as I neared my block.”

            De esta forma, el poeta nos deja sentir como si él mismo fuera mexicano, participando en los vaivenes de una vecindad juarense. Por cierto, ha vivido lo suficiente para describir el ambiente y la cultura de un país vecino que lo ha aceptado como uno de sus propios ciudadanos. Para cerrar este último poema, un hombre borracho llamado Pipi le sirve al autor para resaltar la realidad fría de una persona dominada por el vicio: “When there were no windshields to wipe with newspaper, no errands to run, he would beg for his drinking money. Come on, he would tug at my sleeve, give me just ten pesos.”

            Es este último relato—según mi criterio—el que logra capturar mejor los sentidos de Ciudad Juárez mientras destaca las impresiones fuertes que una ciudad ha dejado sobre un poeta ansioso de vivir su vida y luego contarla para el mundo.

            En resumidas cuentas, Where Thirsts Intersect logra pintar la realidad personal de un poeta norteamericano que ha vivido la experiencia de la frontera entre México y los Estados Unidos. Tiene muchos aciertos, es un libro repleto de sensaciones y descripciones que destaca una realidad muchas veces estereotipada o hasta ignorada. Al mismo tiempo, el libro de Anthony Seidman puede considerarse un éxito por su cruda honestidad y el deseo de compartir las experiencias a través de su voz poética, la cual nos ofrece una imaginación formidable y que parece estar en constante diálogo con varios poetas norteamericanos. Como indica el prólogo, “Sólo la intimidad nacida de relaciones directas iniciará un proceso contra viejos atavismos”. Este texto es mucho más que un intento para “escucharnos” y “observarnos” como vecinos de países cercanos. Tiene el fin de invitarnos a “abrir la puerta” y conocer al otro: un otro que la mayoría de las veces se parece más a nosotros de lo que pensamos, en el mismo lugar donde el deseo de saciar una sed se cruza con las aspiraciones de todo ser humano. O, mejor dicho, en el lugar Where Thirsts Intersect.

 

Anthony Seidman, Where Thirsts Intersect. Bagatela, Ciudad Juárez, 2003, 26pp.

 

Bennett, Scott M. “Abrir la puerta: conocer y ser conocido en la zona fronteriza.” Critical review of Where Thirsts Intersect by Anthony Seidman. (Ciudad Juárez: Bagatela, 2003). Entorno 60/61. Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (2004) pp. 71-73.